El último año nos puso a todos en un extraño modo de supervivencia: Había que salvar el negocio frente a las exigencias de la pandemia, pero también había que modernizarse y ofrecer nuevos servicios para conseguirlo. Todo esto con una economía en decadencia marcando la pauta de la inversión: o sea, lo que se exigió a los líderes IT fue hacer más que antes, pero gastando mucho menos.
Esta difícil encrucijada ha determinado que cuidar la inversión y ahorrar costos, sin dejar de lado la innovación, sea la única salida para gran cantidad de organizaciones. Es por esto que la nube y su promesa de costos bajos y alta disponibilidad ha recibido tanta atención durante los últimos meses, pero como todas las tecnologías, la nube no es una bala de plata. El gasto en nube puede elevarse fuera de cualquier proyección, y no todas las aplicaciones y datos encuentran su ecosistema ideal en el cloud.
Es por esto que el futuro será híbrido. En ese contexto, enfocarse en el gasto energético del centro de datos puede traducirse en un salvavidas financiero para las organizaciones.
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