La nueva Bolsa Institucional de Valores tuvo el difícil reto de crearse en un sector competitivo, muy regulado y que hoy en día no puede separarse de las decisiones y el desempeño tecnológico.
La carrera de la Bolsa Institucional de Valores (BIVA) ha sido meteórica. En 2013, Central de Corretajes (Cencor) presentó los primeros documentos para oficializar el proyecto, dos años después inició la solicitud de concesión para operar, en 2017 consiguió la autorización oficial y en julio de 2018 se lanzó finalmente como el primer nuevo mercado bursátil mexicano en casi medio siglo. Hoy, poco más de un año después de iniciar sus operaciones, recibe el segundo lugar en el ranking de Las más innovadoras.
Levantar una bolsa de valores desde cero no es tarea fácil, en especial si se quiere estar a la vanguardia tecnológica en uno de los sectores más regulados del mundo. Luis Carballo, director ejecutivo de Tecnología de BIVA, explica que su labor consistió básicamente en hacer de BIVA uno de los mercados bursátiles más competitivos y eficientes en el ámbito tecnológico mundial. “Fue necesario conseguir la tecnología, los datos, asegurar las redes, definir la seguridad, los acuerdos y protocolos”. Prácticamente inventar la bolsa y hacerse responsable de que funcione sin ningún tipo de contratiempos, desde el día uno. Las consecuencias de una falla en el funcionamiento tecnológico de la BIVA podrían echar por tierra el prestigio de todo el proyecto, así que cometer errores nunca fue una opción.
A nivel de plataformas, la firma apostó por Nasdaq y su sistema X-stream Trading y Nasdaq SMARTS, que son de los sistemas más utilizados en las bolsas de todo el mundo. El proyecto tiene la intención de democratizar el mercado bursátil y acercarlo a más y más variadas organizaciones, por lo que el apoyo de las tecnologías desde el primer momento ha sido fundamental.