Podrá argumentarse que se trata de una falta de transparencia o una inexistente política de datos abiertos, pero el desastre en Guerrero, específicamente en Acapulco, con las telecomunicaciones tiene tintes de descontrol y una pésima estrategia de control de daños.
Otis no fue un fenómeno natural cualquiera, fue tristemente asesino de personas y destructor de infraestructura. Sería injusto culpar a una persona o institución por los destrozos, pero en la respuesta y sobre todo en la comunicación de la misma el desorden es evidente.
Las telecomunicaciones son infraestructura crítica, aquella que —en términos de la ley mexicana— es de “carácter estratégico o indispensable para la provisión de bienes o servicios públicos”. Su protección, continuidad y restablecimiento deben ser acciones prioritarias.
Con Otis, como hace mucho tiempo no ocurría, las comunicaciones en la costa sur de Guerrero se perdieron por completo, como reconoció el propio presidente Andrés Manuel López Obrador, a la mañana siguiente del paso del huracán categoría cinco. Todo indica que no solo se afectaron los servicios de miles de usuarios, sino también los oficiales, los de la autoridades.
Pasaron horas para que comenzaran a recuperarse y hasta la fecha, casi dos semanas después, no se han restablecido al 100%.
Sabemos muy poco
A la fecha no se sabe cuántas torres de telecomunicaciones se cayeron en Guerrero tras el paso de Otis, cuántas antenas se perdieron o cuántos puntos siguen incomunicados. Tampoco se supo el número de usuarios afectados.
La comunicación del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) no ha sido precisa. Habló sobre el “apoyo de la tecnología satelital” por parte de proveedores de estos servicios, pero no hay datos concretos: ¿cuántas antenas o equipos se han instalado o se instalarán?, ¿qué proveedores? o ¿a quiénes se ha apoyado?
También comunicó la decisión de poner a disposición de los concesionarios de radiodifusión afectados “los equipos transmisores que hayan pasado a propiedad de la Nación como consecuencia de los procedimientos y supuestos previstos de pérdida de bienes por uso del espectro radioeléctrico sin contar con concesión”. No hay más detalles.
Aún peor, el IFT apenas el viernes pasado habilitó un mapa interactivo en su página para que quienes no tengan conexión puedan “ubicar los lugares que cuentan con disponibilidad de cobertura en el servicio móvil”.
La herramienta —curiosamente— no muestra lugares sin conexión, los puntos rojos son para ubicar una “disponibilidad de cobertura móvil regular”. En amarillo, la señal “buena” y en verde la “excelente”.
Cada quien informa lo que quiere
De los operadores, sabemos mucho del gran esfuerzo que hacen por restablecer sus servicios y de su considerada caridad para aplazar cobros u ofrecer comunicaciones gratuitas.
Pero poco conocemos sobre sus afectaciones, el avance en la recuperación de su señal, la oferta real de servicios que tienen o la calidad de los mismos. Es más, cada operador ha informado lo que ha querido y en el tiempo que más le ha convenido.
Telmex y Telcel, por ejemplo, han hablado de un porcentaje de cobertura, pero en Acapulco. ¿Y los otros puntos? AT&T México, que solo ha dado una actualización en estos 15 días, se refirió a algunas zonas de 11 poblaciones, aunque detalló que ofrecía cobertura LTE.
La falta de información y el lento restablecimiento de las telecomunicaciones, en parte también por fallas en el suministro de energía eléctrica —del que tampoco se tiene detalle—, abren la duda sobre si se trabaja a partir de un plan de recuperación de desastres (DRP, por sus siglas en inglés) previamente establecido o como vaya surgiendo.