Desde que supe que el eclipse total de Sol del ocho de abril sería visible en Eagle Pass, Tx., pensé que sería factible ver el fenómeno ahí, en vivo.
Esta pequeña ciudad fronteriza, ubicada al oriente del Río Bravo, que en 2022 tenía 28,255 habitantes, sería el primer punto de Estados Unidos donde iniciaría “la franja de la totalidad del eclipse”, es decir, el lugar tendría 100% de visibilidad cuando la Luna bloqueara completamente la luz del Sol a la Tierra.
Alguien me dijo: “¿Para qué vas?, si tú viste aquel eclipse de 1991”. Yo tenía mis razones, no propiamente porque sea una “caza-eclipses”.
A los astrónomos, astrofísicos y científicos que observan el cielo, estos fenómenos les sirven para llevar a la práctica ciertas investigaciones en terreno fértil por las condiciones poco frecuentes que se presentan durante los eclipses. La tecnología espacial nos ha aportado varios avances que sirven en lo cotidiano.
En una conferencia organizada por la Universidad Estatal Sul Ross la semana pasada, Mitzi Adams, astrofísica del Centro Marshall de vuelos espaciales, de la NASA, comentó que ella ha visto siete eclipses totales de Sol en toda su vida. ¡Y ella se dedica a observar el cielo!
De acuerdo con la NASA, aproximadamente cada año y medio ocurre un eclipse total de Sol, estos no siempre son visibles.
Adams explicó que como la superficie de la Tierra está cubierta en su mayoría por agua, gran parte de las veces, las sombras caen sobre los océanos, por lo que no hay oportunidad de ver esos fenómenos.
Si no veía este, hubiera tenido que esperar 28 años, para ver el siguiente en México, el 30 de marzo de 2052, o bien, 20 para verlo en algún lugar de Estados Unidos. No, gracias.
Franja de la totalidad
El eclipse del 8 de abril podría verse completo en algunos lugares de México, Estados Unidos – donde cruzaría un extremo del país, de Sur a Norte – y en algunas ciudades del este de Canadá. Esa sería la franja de la totalidad en América del Norte.
Sobre territorio mexicano, la trayectoria abarcó aproximadamente 200 kilómetros, comenzó en las islas Socorro y San Benedicto, a más de 600 km de la costa del Pacífico – ahí, la totalidad duró dos minutos –. Después, fue visible principalmente en Mazatlán, Durango, Torreón, Monclova y Piedras Negras.
El primer punto de Estados Unidos donde el eclipse fue total fue Eagle Pass, San Antonio y Dallas, en Texas, para seguir hacia el Noreste, pasando por Little Rock, Indianápolis, Cleveland, Buffalo, Rochester y Burlington, entre otras ciudades.
En Canadá fue visible en las Cataratas del Niágara, Toronto, Montreal, Québec, Fredericton, Gander y Houlton.
La vivencia
En el eclipse anterior, aquel del 11 de julio de 1991 también jugué de visitante: fui al Campo 4 de la FES Cuautitlán, bastante lejos de mi escuela. Vivir la experiencia de que anocheciera en mitad del día y percibir las reacciones de los animales “del campo” que despertaron dos veces en la misma jornada fue algo memorable hasta la fecha.
La semana pasada, Adams, se refirió a la confusión que experimentan criaturas diferentes a los humanos, como los grillos, los gallos, las aves en general, que cantan minutos después de haberse “hecho de noche”.
Incluso, comentó que las abejas se muestran enojadas porque mientras estaban buscando polen, de repente tienen que regresar a la colmena y, una vez que termina la oscuridad, tardan un poco en salir de nuevo a hacer sus vuelos de búsqueda.
“Con la tecnología que hay actualmente, las personas sabemos con anticipación cuando ocurrirá un eclipse. Pero, ¿qué sucede si no se tiene acceso a la información? Después de presenciar algún eclipse total de Sol, uno entiende que haya gente a la que estos fenómenos le causen temor. Basta con observar lo que ocurre con los animales que no saben qué es lo que está pasando ante los cambios que ven”.
Y, precisamente porque ahora se tiene acceso al pronóstico anticipado del clima, Adams deseó buena suerte a quienes estábamos en la conferencia, “porque podría estar nublado el lunes”.
Voz de profeta: El cielo estaba gris
Eso pasó. El día del eclipse amaneció sumamente nublado. Era una mañana gris. Aún así, al estar en esta franja, en el peor de los casos, si el cielo hubiera seguido encapotado, los minutos de totalidad del eclipse sí iban a notarse, porque se haría de noche.
De nuevo con datos de la NASA, en promedio, los eclipses solares totales duran entre 10 segundos y siete minutos y medio. De manera que sería perceptible esa oscuridad.
El eclipse iba a comenzar antes del mediodía, hora local. Decidimos no esperar a ver si las nubes se iban. Tomamos los lentes para observación solar y las cajas oscuras que habíamos armado y nos fuimos al otro lado del río, a Piedras Negras.
Cruzamos la frontera y nos acomodamos sobre el pasto, en el Paseo del Río.
Allá también estaba nublado. Por fortuna, soplaba un poco de viento, así que pudimos ver en varias ocasiones el acercamiento de la Luna hacia el Sol, la totalidad y el alejamiento.
Los únicos animales cuyo comportamiento pudimos observar fueron las aves que estaban en los árboles del Paseo. No guardaron silencio absoluto, como si se hubieran dormido durante la totalidad, pero sí fue notorio el aumento de sus cantos cuando se fue la oscuridad.
Perspectiva de la ciencia
En la actualidad, los científicos estudian los eclipses para tener más conocimientos acerca del Sol, la Tierra y el universo. En la NASA afirman que durante los eclipses solares totales es posible ver “la corona del Sol”, una parte de su atmósfera que es demasiado tenue para ser vista, salvo cuando la luz brillante del Sol está bloqueada.
Dichos estudios permiten estudiar la atmósfera de la Tierra en condiciones poco usuales o dar respuesta a cuestiones como lo que puede ocurrir con las partículas que el Sol arroja al sistema solar.
Por fortuna, al final, sí pude observar el eclipse de 2024 en la frontera. Aunque la principal razón de ir hasta allá a verlo no tuvo qué ver con todo lo anterior, fue porque ahí vive mi mejor amiga.