La protección de datos personales es una obligación que deben seguir las organizaciones para garantizar la continuidad de sus actividades y la seguridad de sus clientes, frente a las amenazas que enfrentan en momentos en que la información privada está cada vez más expuesta.
Por Fernando Sotelo, Director de Experiencia del Cliente de Zoho en América Latina.
Garantizar la privacidad de los datos es uno de los mayores retos que enfrentarán las organizaciones de todos los tamaños y sectores durante este nuevo año. Las nuevas regulaciones en cada país para controlar la pandemia —con pasaportes biológicos y control sanitario de los trabajadores, por ejemplo— sumadas al aumento en el uso de canales digitales para comercializar y promocionar productos, están empujando a las empresas a fortalecer el control y la seguridad de esta información clave.
Curiosamente, hasta ahora el uso de nuevas tecnologías digitales se ha encargado de relajar los estándares y acelerar malas prácticas que no se ven en el mundo real. Imagine que un extraño llega a la puerta de su empresa y le pide acceso a los datos personales de todos los contactos de negocios que están en sus bases de datos. En el mejor de los casos, usted le diría amablemente que se retire y le recomendaría buscar ayuda médica profesional.
Esa prevención parece no existir en el mundo digital. Diariamente nos encontramos con millones de organizaciones que deciden confiar la gestión de sus negocios —y de su información— a herramientas gratuitas y desconocidas que encuentran en internet. Con demasiada frecuencia terminan pagando el precio muy alto de perder el control de los datos personales y privados de todos su ecosistema: desde clientes y usuarios, hasta proveedores y empleados.
Salvaguardar la privacidad de los datos de clientes, proveedores y empleados dejó de ser una responsabilidad de los departamentos de tecnología y ahora debe verse como una tema más relacionado con la continuidad del negocio, en el que no se pueden escatimar recursos. Toda la información resultante de su actividad es parte fundamental de la empresa y una fuga podría condenarla en su futuro.
El compromiso con esta protección de los datos debe partir desde los líderes más altos de la compañía. En la medida en que las directivas transmitan esa urgencia por cuidar la privacidad de los datos, toda la organización se sumará y la integrará a su cultura interna de forma espontánea.
Una vez se implanta en el ADN de la empresa ese respeto por la privacidad, comenzará a verse un cambio positivo en todo el entorno de negocios, el cual surge de la confianza que se proyecta a lo largo del ecosistema. Desde clientes y usuarios, hasta empleados y proveedores, estarán orgullosos de asociarse con una organización que se asegura de cuidar sus datos más sensibles y de evitar que sean utilizados en formas incorrectas.
La recompensa por dar esos pasos audaces hacia fortalecer los estándares de privacidad (y llevarlos más allá de lo meramente regulatorio) se reflejará en un aumento en personas dispuestas en invertir en su propuesta de negocios, más contratos empresariales y un grupo de empleados cada vez más leales, felices de estar en organizaciones transparentes en todas sus relaciones.